Los transtornos de ansiedad son reacciones emocionales desajustadas y equivocadas, derivadas de un proceso de aprendizaje largo, constante, inconsciente y, sobretodo, inmaduro. Hablamos de transtorno cuando, por su perseverancia e intensidad, la ansiedad se halla determinando una manera de reaccionar, pensar, sentir y comportarse que escapa al autocontrol y, por tanto a la posibilidad de desarrollar una vida libre, sana y reponsable. Con la ansiedad alterada la persona se convierte en esclava de sus propias reacciones, sobre las que no tiene (o tiene escasa) capacidad de intervención, parece como si algo interno estuviera regulando la propia vida, algo de lo que se desconoce el origen y, sobre todo, la forma de canalización.
La mente consciente queda sorprendida, perpleja, desanimada, indefensa y desamparada ante lo que, desde el interior, surge de forma acausal, atemporal y fuera de toda programación. Unas veces de manera aguda (crisis de pánico o de angustia), otras de forma más o menos constante (ansiedad generalizada) o también localizada sobre un objeto (fobias) la ansiedad emerge con intensidad variable y, en muchos casos progresivamente, va minando el mundo libre de la persona haciendo de ella finalmente alguien que de continuo se defiende de sus propias reacciones emocionales, viéndose así limitada su libre interacción con el mundo.
Pero la ansiedad es de hecho una de las emociones básicas, como lo es también la tristeza y la alegría, la ira, la vergüenza, la sorpresa, el miedo, etc., por tanto de origen genético y propio de la especie humana: todos tenemos ansiedad de la misma manera en que, por ejemplo, nos entristecemos, nos alegramos o estamos agresivos; sin embargo, es cuando tal emoción cristaliza en el interior de la persona y configura por defecto su manera básica de ser, cuando hablamos de transtorno y, por ello, de la necesidad de neutralizarlo.
Con la ansiedad nos protegemos de peligros vitales, esa es su función biológica básica. Tiene ansiedad alguien que deba operarse, que haya sufrido la pérdida de algún familiar, que haya tenido algún accidente, que haya visto alterada su situación vital, etc., de la misma manera que tiene ansiedad la rata ante el gato, la cebra ante el león o la oveja ante el lobo. Como se ve la ansiedad es connatural a verse en peligro vital, como si de una relación depredador-depredado se tratara. La ansiedad alerta al individuo y le prepara para el ejercicio de una gran (quizá la última) defensa de su organismo, en definitiva, una situación singular en la que la eficacia debe ser máxima. El despliegue psicosomático no es más que la manera de ponernos en estricta y rigurosa vigilancia, la manera que tenemos de controlar al máximo lo que suceda y de disponer con agilidad extrema los mecanismos de protección.